foto: Melissa Cid

 

Mañana de sol en San Carlos de Bariloche, 12 del mediodía del sábado 3 de diciembre. Con mate de por medio nos juntamos para hacer algo que hasta la fecha nunca habíamos hecho: usar la tecnología para conectarnos con Buenos Aires y participar de una Jornada a la distancia. Estábamos emocionados y expectantes.

Hará cosa de un par de semanas nos llegó un mail donde Gonzalo, psicólogo de Buenos Aires y parte del equipo de trabajo de cuidados paliativos del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Buenos Aires del distrito XV, nos invitaba a participar de la 4° Jornada de Cuidados Paliativos y Salud Mental. Por alguna carambola, mitad gente conocida, mitad internet, se había enterado del proyecto Duelo en Escuelas y le había parecido interesante. Le avisamos que no podríamos viajar y nos alentó a sumarnos a través de medios digitales. Probemos, dijimos.

Luego de aquel primer contacto, hablamos por teléfono para pensar juntos qué compartir del proyecto e intercambiamos en relación a nuestras tareas e intereses en común. Gonzalo nos contó que además trabaja en el Hospice El Buen Samaritano de Pilar y que viene junto con un grupo de psicólogos organizando cursos y espacios de capacitación desde el colegio de psicólogos en el tema de los cuidados paliativos. Misma sintonía. De hecho esta jornada, que sería la 4º, es uno de los eventos que año a año vienen armando desde allá para hacer lo que nosotros desde acá: que los cuidados paliativos sean un poquito más conocidos, más accesibles y menos mistificados.

Seríamos los únicos participantes de las jornadas que no estaríamos presentes en persona. No importa, para esto se inventaron los skypes y las teleconferencias. Poder participar de una jornada a la distancia, sentir que uno de los proyectos de la Fundación podía viajar a través de varias provincias lo sentíamos como una gran oportunidad.


Nuestro Proyecto

El proyecto Duelo en Escuelas nació un poco sin darnos cuenta en el 2014, con otro nombre y con cierta inocencia. La idea original fue capacitar docentes de nuestra ciudad, Bariloche, en el tema del duelo en el ámbito escolar. Una idea inusual para muchos, pero que a la Universidad de Río Negro le gustó y nos lo aceptó como proyecto de extensión universitaria. Durante varios meses llevamos a cabo 8 talleres, alcanzando unos 150 docentes. La sorpresa fue que al terminar estos talleres, y con ellos el proyecto, comenzaron a llamarnos de las escuelas, ya no para dar talleres, sino para dar una respuesta (o varias) frente a situaciones de duelo, concretas y apremiantes.

Aquí fue nuestro primer y segundo dilema. ¿Nuestro proyecto original no era para capacitación? Ése fue el primero y lo resolvimos fácil: las herramientas para el abordaje de situaciones de duelo las fuimos incorporando a través de la práctica de los cuidados paliativos y las ganas ya las teníamos de antes. Dijimos que sí. Pero el segundo dilema fue un poco más complejo porque comenzaron primero a llamarnos por fallecimientos producidos por enfermedades crónicas y avanzadas, como las que estamos acostumbrados a atender en nuestro día a día. Pero luego las causas de los fallecimientos fueron otras; accidentes, suicidios y homicidios, es decir, causas ajenas a los paliativos. ¿Podremos asistir instituciones que atraviesan situaciones así? ¿Tendremos con qué? Entusiasmo, herramientas, ganas de seguir aprendiendo teníamos, entonces tuvimos que detenernos a pensar.

Discutimos un poco, en realidad reflexionamos juntos y llegamos a algunos puntos que nos permitieron avanzar e incluso nos dieron un nuevo envión. Aprendimos que cuando una escuela se ve frente al gran desafío de atravesar una pérdida (de un alumno, de un docente, de un padre o madre) suceden reacciones por parte de la comunidad escolar que se repiten con cierta independencia de la causa del fallecimiento, incluso de quién se murió, como por ejemplo: shock, conmoción, angustias de mil colores e incluso dudas operativas de cómo afrontar esta situación.

Comenzaron entonces a llamarnos de escuelas de Bariloche por uno de esos fenómenos que suceden en los pueblos: el boca en boca. Participamos en situaciones desafiantes y variadas: un joven de 16 años que falleció en un accidente de tránsito; un jardín de infantes al cual asistía la hija de una mujer que fue desaparecida y asesinada; en una escuela donde un alumno se suicidó; una secundaria donde un padre falleció sin previo aviso.

El proyecto Duelo en Escuelas tiene como objetivo principal acercar el tema del duelo y la muerte a instituciones educativas a través de distintas maneras: con talleres que permitan capacitar docentes y con dispositivos para acompañar escuelas que enfrentan una situación de pérdida. A estos dispositivos los llamamos asesoría en duelo. Sabemos que la muerte y el duelo son todavía temas que juegan a las escondidas. Que se hablan poco en la sociedad y las escuelas no escapan a esta realidad. Sin embargo, a los niños y los jóvenes no les preocupa mucho si a nosotros, los adultos, nos gustan, nos cuestan reflexionarlos o nos resistimos a hablar de estos temas: ellos los juegan, los filosofan y los experimentan. Las escuelas pueden (¿deben?) ser lugares donde hablar de la muerte y el duelo. Al fin y al cabo, muerte y duelo son parte de la vida.

Acompañar una escuela en duelo exige corazón, cabeza y cuerpo. Corazón porque las situaciones que nos convocan con frecuencia estremecen y conmueven. A ellos y nosotros. Cabeza porque la escuela como institución tiene la obligación de seguir funcionando y planificando. Y finalmente cuerpo; no es nada raro luego de una asesoría salir cansados. Una vez uno de nosotros dijo al terminar una reunión de asesoría: siento que les hice upa a 30 personas. Rondas de mucha gente, angustia, shock, preocupación de cómo seguir. ¿Cómo les contamos a los alumnos? ¿Cómo nos organizamos como escuela?


Sábado a la mañana

Nuestra charla estaba programada para el mediodía. Hicimos todo para asegurarnos de que la tecnología iba a ser una aliada en esta aventura de hablarles por una camarita a 40 personas sentadas a 1600 km de distancia. Probamos y todo andaba en orden. Llegó nuestro turno. De este lado del teclado, éramos cuatro de los integrantes del equipo IPA. Mate, expectativas y tostadas con dulce. Era la primera vez que hablaríamos de este proyecto fuera de nuestra Provincia, guiño que nos dio confianza, a nosotros y al Proyecto.

En ese momento pareció algo pasajero, ya va a volver, dijimos. Eran un poco más de las 12 del mediodía. Internet, que se había portado durante una hora y media de previa como un alumno aplicado, decidió dejar de estar de nuestro lado, justo en el instante cuando a través del parlante de la computadora oíamos los aplausos de la charla anterior, justo cuando comenzábamos a escuchar, y ahora les damos la bienvenida, desde Bariloche.. Probamos, desde un lado y el otro del teclado y el monitor, hicimos las cosas que uno intenta cuando la tecnología, ese ser omnipresente, omniausente a veces, trastabilla. Apagamos, prendimos, conectamos y desconectamos. Estuvimos a punto de enojarnos pero no. Nos mandamos un último mensaje con Gonzalo aceptando que no podíamos hacer mucho más, ni desde acá ni desde allá. Sabemos que valió la pena la preparación de la charla; nos hizo pensar, recapitular y poder poner en palabras e imágenes este proyecto. No pudo ser esta vez pero sabemos que volveremos a intentarlo la próxima. Gracias por invitarnos, ¡la próxima será!