Esto sucedió. Y me animé a registrarlo

por MARIANA KOZULJ *

Mis estudiantes de cuarto grado y yo estamos conociendo un poco del mundo. Hoy lo hacemos alrededor de una fogata en el patio del colegio.  Mientras algunos colocan ecoladrillos en una pared que nos hemos propuesto levantar, un poco para vivenciar lo que significa estar en este mundo, otros atizan el fuego. Ese fuego, además de calentar una fría mañana de septiembre, convoca, relaja y parece que habilita preguntas que tal vez no se harían detrás de un pupitre. 

–Seño Mariana, ¿qué hay después de la muerte? –pregunta Leti casi descuidadamente, mientras agrega algunas ramas a la fogata.

Me activa. Es una pregunta que atraviesa mi vida desde que tengo uso de razón. Y sé que no merece una respuesta en modo Google. La repregunta es uno de los recursos más valiosos de mi profesión, y muchas veces me salva cuando las respuestas me resultan inmensas y no puedo abarcarlas. Qué bien me viene hoy. 

–¿Y qué piensan ustedes? ¡Me encantaría escucharlos! –respondo. Es que de verdad me gusta hacerlo.

Esta vez no levantan la mano para hablar ni se agolpan muchas voces al unísono, como sucede a diario. Como si existiera un moderador invisible, comienza la rueda, ordenada… milagrosamente ordenada. 

–Para mí, cruzás un portal y te transformás en elfo, o algo así –dice Cami.

–Para mí… tipo te transformás en una diosa vikinga, como las valkirias –aporta Ceci.

–Yo siempre me pregunto esas cosas –agrega Leti.

–Para mí, nada –dice Luca. 

–Para mí, como que te vas, te vas, te vas… y con el tiempo volvés hecho otra cosa, así… tipo bicho –opina Cami.

–Pero no. Imaginate que yo me muero a los quince. Luego mi hermana tiene una hija y yo soy esa hija. Sería raro. No da –reflexiona Ceci.

–Para mí, así como que si hiciste cosas malas, volvés a la tierra a mejorar –dice Leti.

–Es obvio. Vas al cielo si hacés todo bien. Al infierno si hacés todo mal –interviene Inés.

–Para mí, es como el lugar donde llega Coco en la película –opina Martín.

–¿Y si en realidad estamos muertos ahora y la vida en realidad está en otro lado? – pregunta Azul. 

Marcos, un poco alejado de la fogata, coloca un ladrillo tras otro en silencio. O la pregunta es muy grande, o la respuesta lo es. Conozco bien a Marcos. E intuyo que él elige esperar unos años a ver qué sucede en el más allá, para no sacar conclusiones apresuradas. 

En el más acá, no dejo de pensar en todas las formas que puede tener la muerte cuando somos niños. Y no dejo de pensar tampoco en lo que puede significar un aula alrededor de una fogata… O simplemente un aula en la que puede reinar tanta confianza  que nos permita preguntarnos entre todos de qué se trata en cierta medida la escuela de la vida.

* Docente, Bariloche