por LORIS MARÍA BESTANI*

Para quienes ven donde el resto ni mira

¿El des asombro paliativo?

Parecería que en los vínculos hay que desarmarse primero para rearmarse luego y que la relación médico paciente no es ajena a esta lógica. Los cuidados paliativos, los auténticos, podrían tomarse como mensajeros de una buena nueva para una medicina hoy medicalizada hasta el extremo. Una medicina que no está exenta de la velocidad y la primacía de los resultados medibles que impone la sociedad y que justamente por eso desconoce o no encuentra el tiempo, y la actitud, para ocuparse de la vulnerabilidad y el desamparo del que está en la cama. Quizás los cuidados paliativos puedan ser los humanizadores de una medicina -y no sólo de la dedicada a los casos en que se encuentra amenazada la vida- que está perdiendo el rostro, del paciente pero también del médico. Del paciente que es, al final y al principio, el motivo de la labor del médico.

“Hasta en los cuidados paliativos se va perdiendo el asombro,” señala con preocupación un voluntario del Hospital Universitario Austral en Buenos Aires. “Lo que pasa a veces en la diaria es que los médicos paliativistas, que son de por sí seres humanos tan especiales, también se medicalizan mucho”, observa. “El rol le empieza a ganar a la persona en una especialidad en la que justamente lo más importante debería ser el vínculo entre persona y persona y no entre médico y paciente”, reflexiona.


¿Morir duele?: disparador de una reflexión sobre la disciplina

El pediatra paliativista Alejandro Nespral escribió hace poco ¿Morir duele?, una obra autobiográfica que entrelaza historias de tantos pacientes que lo marcaron y que también se presta como disparador para reflexionar sobre la disciplina de los cuidados paliativos. Entre muchas otras anécdotas, Nespral cuenta que mientras de más chico estaba haciendo una residencia, un médico de golpe le preguntó si veía más contento a un paciente. “Me paralicé, en ese lugar tan especializado, tan científico, nunca había escuchado una pregunta tan sencilla sobre un paciente (…) Y pensé en ese momento, tan banal y a la vez tan concreta,” admite que fue su respuesta.

Por su parte, la editora de ¿Morir duele?, Melisa Wortman, con una mirada más fresca que sólo no pertenecer estrictamente al universo paliativos hace posible, intuye que “hay un montón de historias en esta vida que elige un estado de excepción cotidiano.” Y agrega: “Su materia prima es el dolor físico (vaya prisión si puede haber una); es el dolor del alrededor, la inexorabilidad de la existencia humana.”

Para la directora de la Asociación Argentina de Cuidados Paliativos, la Dra. María de los Ángeles Minatel, la obra de Nespral, quien también es el fundador de Ideas Paliativas en Acción (IPA), “es un libro feliz, al cual volver cuando nos sentimos agobiados y desilusionados.” ¿Será que su opinión puede homologarse a la vida de las personas que se consagran a los cuidados paliativos? Y sube la apuesta sobre el autor sacando de la galera, y leyendo, una poesía (titulada “Bosque de niña”) que éste escribió sobre la relación médico paciente y que obsequió en una simple fotocopia anillada a sus colegas cuando terminó su residencia de paliativos hace años ya. Dice:

 “Vino corriendo, ágil, cantando la niña por el bosque.
Besando la leña que luego sería ceniza y no bosque más.
Su músculo rojo corría con ella.
El tiempo pluscuamperfecto.
Ay vino corriendo a decirnos que aún no había comenzado el incendio.”

 

Un espacio para abrir la puerta al dolor 

“Los de paliativos tenemos una mochila de anécdotas y como las historias tienen esa plasticidad típica, yo no las quería traicionar,” confiesa Nespral respecto de la razón que lo incitó a llevar al papel, y fijar para no olvidar, su experiencia de años, que anhela conduzca a los lectores a donde tenga que conducirlos. “El sustrato o el elemento con el que trabajamos es el amor,” insiste. “Y por supuesto que no se trata de invisibilizar la pena, el dolor, la tristeza y la pérdida,” recuerda.

Hay muchos modos de debatir realidades delicadas. Los libros son uno como también lo son las charlas de amigos o las conferencias y simposios. Nespral pone en palabras, y con poesía, circunstancias y planteos muy propios de quienes trabajan en cuidados paliativos. En referencia a los enfermos dice: “Duelen sus cuerpos, sus corazones, sus almas. Tocan la puerta y entran dos: la persona y su dolor. El dolor y sus mil caras.” Y concluye: “Como sea acá a la gente le duele, nos preparamos para eso y tratamos de hacer algo con ese dolor.”

 

Loris María BESTANI
* Lic. en Comunicación, colaboradora de La Nación.

Fotos: MANUEL MIGOYA