Pingüinacho y Yakalite se conocen en medio del caos de la crisis climática. Ambos animalitos sociables y de manada, pero de hábitats muy distintos, se van encontrando en esas diferencias rápidamente.

Pingüinacho, de plumitas suaves, tierno, dulce y romántico, amante del agua y el frío patagónico.

Yakalite, de cuero duro y oscuro, intimidante, imponente y con cara de pocos amigos, amante del sol y el calor litoraleño.

Un día deciden iniciar una travesía juntes para conocer cada une el mundo de le otre. Pasan por un montón de paisajes y aventuras hermosas, difíciles e inolvidables.

Atraviesan toda la Argentina, enfrentando los vientos, el frío, el sol abrasador, y muchos otros inconvenientes que van teniendo en el camino.

Construyen en ese viaje una amistad y vínculo de amor interespecie, único, maravilloso.

Por ejemplo, si a Pingüi le faltaba calor, el cuero de Yaka lo abrazaba, y le entibiaba el corazón con todo el sol de su litoral, y si Yaka tenía sed, él le daba toda el agua fresca de sus mares, ríos, grutas, y cascadas patagónicas.

Al completar su travesía, cada une decidió quedarse en el lugar al que pertenecía.

Pingüinacho, que se había escapado de su casa luego de que su territorio fuera invadido y violentando desde que era un bebé, sintió que había creído lo suficiente como para poder defenderse de los mismos o nuevos invasores y que no dejaría que volvieran a expulsarlo de su hábitat jamás.

Nunca dejaron de extrañarse y planear la próxima aventura.

Un día, un grupito de humanos muy codiciosos decidió prender fuego todos los bosques, montañas, montes y humedales del país… Era para hacer unos negocios (cosas sobre las que ni Pingüinacho ni Yakalite entendían nada, aún habiendo sido testigos durante su viaje de la inmensa llamarada).

El corazón de Pingüinacho no resistió tanta destrucción, por lo que un tiempo después, tomó la decisión de volverse cenizas, humo y viento junto a los restos de aquel gran incendio.

A partir de ese día, Yaka quedó helada, se le congeló el mundo entero por mucho tiempo, perdió hasta la fuerza para salir al sol. Su corazón se llenó de frío y se fue rompiendo y cayendo de a pedazos, violentamente, como los glaciares.

Con cada recuerdo de aquel incendio que lxs había atravesado, se rompía un poco más. A través de sus ojos, le devolvió a Pingüinacho toda el agua de la Patagonia, que él le había convidado para calmar su fuego y su sed. Lloró tanto, tanto, que el río Paraná, que se estaba secando, volvió a crecer.

La primavera llegó, como cada año, el mismo día que Pingüinacho había nacido, casi treinta años atrás.

Yaka, junto a su manada, decidió plantar, en su honor, un árbol de palta, que era la fruta que a él más le gustaba. Lo regó con las pocas lágrimas que le quedaban… Y ahora espera que él, que se volvió tierra, viento y lluvia, haga el resto del trabajo.

 

 

 

 

Mi nombre es Silvina, tengo 34 años, me dicen Pali o Palito, trabajo en educación pública con infancias y llegue a IPA por recomendación de una compañera de activismo socorrista que estaba acompañándome en mi proceso de duelo frente al suicidio de un compañero, amigo, amor, que decidió quitarse la vida en agosto del año 2022.
Poco menos de tres meses después, empecé el Taller de Escritura y Duelo que ofrecía IPA y fue de mucha ayuda, como hablábamos en el taller, para que al escribir pudiéramos poner un poco de orden a ese caos que es el duelo, además de compartir la experiencia con otras personas que estaban en ese momento en la misma situación o habían atravesado el mismo proceso y podían brindarnos su contención y a la vez crear/compartir literatura.
De una de las consignas del taller surgió este cuento corto que relata la historia de dos animalitos que viven una aventura y crecen y se nutren uno al otro a la par, hasta que uno decide partir y el otro enfrenta un proceso de duelo, e intenta atravesarlo y enfrentar esa ausencia de la manera más amable posible.
Pensamos que sería útil compartirlo para que otres pudieran acceder y brindar una herramienta más a quienes estén interesades en trabajar el duelo en la infancia, sobre todo quienes trabajamos con infancias o quienes maternan.
Gracias por leer.