#16 | “Simplemente un ser humano”

Aquella mañana noté a Tomás  más angustiado que de costumbre y presumí –erróneamente- cual podría ser la causa.

Tres días atrás los oncólogos le habían informado a él y su familia que la última quimioterapia no estaba dando los resultados esperados por todos y que esto achicaba considerablemente sus chances de curación, pero que sin embargo había una última posibilidad, la enésima esperanza: una droga nueva que se encontraba en fase de experimentación. Su desesperada y esperanzada familia se aferraba con uñas y dientes a esa ventanita que abrían los médicos, alentando a Tomi a no darse por vencido y a mantener la ilusión tan viva como el primer día.

 

Su madre había salido a hacer unos trámites y tuvimos la chance de charlar en su habitación unos  minutos a solas. Los meses de enfermedad y tratamientos habían hecho estragos en su cuerpo. Sus apagados ojos grises estancados en el fondo de sus cuencas. Sus bracitos débiles. Su color grisáceo. En la cabecera de la cama la camiseta de su amado Estudiantes de La Plata firmada por varios de los campeones de la Libertadores del 2009, junto a ella la foto donde la mismísima brujita Verón se la entregaba y el sonreía -pálido y calvo- de oreja a oreja. Coronando aquellos trofeos un enorme cartel confeccionado por sus amigos que rezaba: “¡Fuerza Gladiador! Nunca bajes los brazos. Te amamos y admiramos: Los pibes”. Decenas de cartas dibujos fotos muñequitos llegados desde todo el país. Muy a su pesar se había vuelto famoso producto de la enfermedad que padecía y de la campaña que se había montado en su nombre para juntar fondos. Cadenas multitudinarias en Facebook, entrevistas en los noticieros, notas en los diarios. La prensa lo había bautizado #elgladiador.

 

¿Cómo estas Tomi? ¿Cómo pasaste la noche?

 

Estoy preocupado Javier. Disparó en un tono que dejaba entrever algo más que la inquietud por la mala evolución del cáncer. No doy más, siento que ya no tengo fuerza.

 

Es completamente comprensible lo que decís. ¿Y qué es lo que más te preocupa de eso?

 

Tomás rompió en llanto. Lloró con tanta tristeza y congoja que por momentos parecía ignorar que yo estuviera ahí. Noté que era la primera vez que lloraba frente a mí. Hasta en los momentos más difíciles de su enfermedad siempre había hecho lo imposible por sonreír y levantar el pulgar cuando lo visitábamos en nuestras rondas matinales por la sala de internación.

Me pidió por favor que lo que me estaba por contar debía quedar entre nosotros. No estaba autorizado a contárselo a nadie. Volvió a decirme que no daba más, que se sentía agotado, sin un gramo de energía para seguir peleando, y  que simplemente quería volver a su casa a pasar sus últimos días con su familia y amigos, lejos del hospital y los tratamientos. Era completamente consciente que ya no había cura para su enfermedad, pero para ya era suficiente: ya no quiero más. Sin embargo sentía muchísima culpa por no querer probar este último tratamiento e interpretaba que de esta forma estaba defraudando a todos los que lo animaban a luchar, a los miles que lo apoyaban desde las redes sociales, a sus amigos, a su familia, a todos los desconocidos que lo alentaban permanentemente en su lucha contra esa enfermedad maldita a la cual debía vencer.

 

En los últimos años hemos visto como desde la medicina moderna y la sociedad actual se ha postulado al cáncer como un enemigo a vencer en un campo de batalla donde el que ocupa la línea de vanguardia es el enfermo, convirtiéndolo así -le guste o no le guste- en un soldado que debe combatir hasta sus últimas consecuencias contra la enfermedad, sin mucho lugar a levantar bandera blanca si esa fuese su elección.

Tomás me pidió que habláramos con su papá y su mamá, que quería contarles esto que le estaba pasando.

Aquella triste mañana Tomi pudo ahuyentar todos sus fantasmas, exorcizar sus temores, blanquear sus deseos, desahogar sus angustias… y tan solo estar triste por saber que iba morir.

El cáncer es una enfermedad, no un ejército enemigo. Y quien lo padece es tan solo un enfermo, no un soldado en un campo de batalla. Simplemente un ser humano que si así lo desea puede optar por no hacer ningún tratamiento. Y que si finalmente le toca morir eso no signifique perder una guerra.

Con lo infinitamente triste que es despedir a un hijo, ambos padres entendieron y acompañaron su elección. Tomás pudo pasar sus últimos días en familia,  con sus amigos,  su perro el Pincha. Lejos de los noticieros, las agujas, los hashtags y las redes sociales. Rodeado de amor y comprensión, sin batallas que librar.


por JAVIER GALLO
Pediatra Especialista en cuidados paliativos pediátricos y escritor 

Primero Persona

Es el diario de viaje de un pediatra paliativista hacia el interior de sí mismo. Utilizando el relato y la reflexión como aliados intentará encontrar alguna respuesta a las tantas preguntas que irán aflorando en su actividad profesional.

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