A veces el deseo popular de ser plenamente felices en determinadas fechas nos llega como un pedido imposible, como un mensaje expresado en un idioma desconocido. Buscamos la clave para ser y estar de esa manera que los carteles luminosos de nuestra cultura nos cuentan que debería ser pero no sale.

El poder de algunos días como la navidad y el año nuevo no siempre pegan en el punto exacto que dispara la felicidad. Muchas veces son días de nostalgia, de recuerdos, de ánimos descoloridos, de silencios y si eso ocurre parecería ser que vemos a los demás como a través de un plástico logrando esa alegría lejana.

Desde el acompañamiento a personas que atraviesan situaciones de enfermedad, pérdida o duelo creemos que lo festivo puede incluir también estos estados, creemos que forzarnos a algo distinto a lo que nos pasa puede llevarnos a caminos de frustración y malestar.

Creemos que darnos permiso a sentir lo que nos pasa aunque no nos guste o nos resulte incómodo es aceptar la permanente transformación que nos caracteriza. Es integrando que nos acercamos a la autenticidad.

Quizás no sea aislarse, quizás no sea encerrarse, quizás con ir al encuentro pero siendo el que somos, con ese traje que hoy nos aprieta y levantar una copa sabiendo que estamos grises sea la forma de empezar a sentirnos coloridos.


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Javier Gallo
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