#17 | “En paz y sin hacer fuerzaâ€
Hace algunos años caminando por los pasillos del Hospital Británico de Buenos Aires me encontré con Eduardo, Andrea y Nicolás -los padres de Santino y su hermano menor-.
Ya habÃan pasado dos años desde que Santi habÃa partido de este planeta y me alivió observar la alegrÃa y el cariño con el que me saludaron. Y digo que me alivió porqué pensé que jamás volverÃa a verlos sonrientes y en el lugar donde habÃan vivido el episodio más doloroso de sus vidas.
Aquellos dÃas habÃan quedado profundamente grabados en mi recuerdo de residente de pediatrÃa.
Regresaban al hospital por primera vez luego de aquella noche donde Santino se iba dormido y tranquilo, sin dolor ni sufrimiento. A pesar de mi errado pronóstico, aquella mañana del reencuentro eligieron volver al lugar de los hechos y recorrer los 150 kilómetros que separan su pueblo de la provincia de Buenos Aires del hospital. Nicolás habÃa empezado a jugar en las inferiores de un club de fútbol y necesitaba una evaluación cardiológica.
“El pibe la rompeâ€, me contó su papá, chocho.
“Cuando hago un gol, miro al cielo y se lo dedico a él†me contó feliz el enano de 9 años inmediatamente después de que sus padres me mostraran sus tatuajes con la cara de Santino. En sendos antebrazos Santi sonreÃa con esa dulzura que lo caracterizaba.
Durante los años que no volvà a ver a esa familia supuse una decena de duelos posibles. En todos los casos los imaginé difÃciles y turbulentos, producto de lo mucho que les costó soltar a Santi en aquellos últimos dÃas, del inabarcable dolor que expresaban sus rostros hinchados de tanto llorar. Vislumbré la separación de sus padres y los problemas de conducta de su hermano en la escuela. Supuse con tristeza un odio irreversible hacÃa los médicos que no habÃan logrado curar la leucemia de su hijo.
“Fueron meses muy difÃciles donde pensé que nunca iba a lograr salir de la camaâ€, me dice Andrea con la serenidad de quien recuerda el desconsolado momento como un abismo del que creyó que jamás podrÃa escapar: pero ahora está acá frente a mÃ, con los ojos brillosos de emoción al recordar a su hijito, y conectada nuevamente a su pulsión de vida.
Fueron hermosos aquellos minutos que me regalaron en el hall del hospital. Que me cerraran la boca y dinamitaran mis fantasÃas para siempre. Sentir con mi corazón que aquella familia habÃa resurgido de las cenizas del infierno para homenajear a su hijo con el mejor recuerdo: el elogio a la vida y al amor.
“Él se fue tan tranquilo aquella noche, se lo sentÃa en paz, sin hacer fuerza. Y yo agradezco todos los dÃas que se haya ido sin sufrirâ€, dice su madre, para que la emoción y la sensación tardÃa del deber realizado me invadan el alma.
Santino pasó su último dÃa relajado, sin sÃntomas y en una habitación común rodeado de sus seres queridos: gracias a que entre su familia y los pediatras encontramos el equilibrio justo para lograr un adecuado final de vida evitando cualquier tratamiento que pudiera resultar desproporcionado para esa situación. Ese recuerdo fue determinante para que su familia pueda dedicarse a recordarlo en paz y no ocuparse en limpiar su cabeza de los malos momentos del final.
Está ampliamente demostrado que un final de vida libre de sÃntomas y rodeado de amor impacta positivamente en la elaboración del duelo de los que acompañaron y quedan de este lado. No da lo mismo la manera en que se va un ser querido a la hora de atravesar el duelo. Y es más que evidente para quienes trabajamos en esto, para quienes lo viven de adentro o para quienes simplemente tengan la intención de observarlo.
Sin embargo hoy en dÃa -existiendo sencillas herramientas que están al alcance de todos- muchas personas mueren sufriendo innecesariamente y/o solos en una terapia intensiva.
Y esto, a mi, no solo me resulta inadmisible, sino una mala praxis médica y humana.
Aún conservo con mucho cariño la pelÃcula del perro BOLT que Santi me regaló en su último dÃa del amigo. Cada tanto con mi hija la miramos en la cama. Esa es mi manera de homenajear a Santi y su familia y agradecerles todo lo que me enseñaron en aquellos dÃas difÃciles, y sobretodo dos años después.
por JAVIER GALLO
Pediatra Especialista en cuidados paliativos pediátricos y escritorÂ
Primero Persona
Es el diario de viaje de un pediatra paliativista hacia el interior de sàmismo. Utilizando el relato y la reflexión como aliados intentará encontrar alguna respuesta a las tantas preguntas que irán aflorando en su actividad profesional.