Fue en una reunión de equipo que al final uno dijo:

   ¿Y si hacemos una obra de teatro?

   ¿Una obra de teatro?, preguntó el resto.

   ¿Por qué no? Al menos tenemos una actriz en el equipo…

Así fue que nos fuimos entusiasmando. Pensamos que una obra de teatro nos podría servir para contar algo de lo que vivimos todos los días, compartiendo con tantas personas que nos vamos cruzando en el hospital, en el consultorio, en sus casas. Nos fueron apareciendo las primeras dudas, ¿una obra para niños o para adultos? ¿De qué tema? Pero esas preguntas no eran las únicas dudas, sabemos que una obra de teatro es un proyecto serio y profundo, que necesita tantas cosas… ¿Quién la va a escribir, quién la va a actuar? Las ideas se parecen bastante a las tortas, sacarlas antes o después del horno puede ser la razón de que nadie las quiera ni probar. Fueron pasando las semanas, las reuniones y otros temas, como libros que se van apilando, fueron apareciendo y tapando a la obra. La idea de transformar esto en teatro flotaba en nosotros, pero la veíamos como algo tan, tan lejano que apenas nos animábamos a pensarla en serio. Hasta que uno día, uno de nosotros dijo algo, pero lo más importante fue que ese día la torta ya estaba largando rico olor y el resto al fin, pudo escuchar (cuántas veces nos sucede que algo que nos dijeron mil veces recién hoy puedo oírlo por primera vez, no?):

   ¿Y si hacemos una obra de teatro? – Dijo la de siempre.

   ¿Por qué no?, contestamos el resto.

No fue sencillo elegir el tema. Los cuidados paliativos tienen tantos temas: la vida, la muerte, la esperanza, el sufrimiento… ¿Elegimos un tema o dejamos que el tema nos elija? Hay temas muy fuertes, otros muy subjetivos…, nos decíamos. Los temas fueron y vinieron, como nubes en este otoño patagónico. Pensamos que elegir uno para esta obra de teatro tendría que ser como cuando tuvimos que pensar el nombre de la fundación: IPA. Un día llegó ese nombre y nos miramos y nos dijimos, ¡es ése! Pero con la diferencia que esta vez se demoraba. La cosa venía lenta, ¿y si se nos quema la torta? Y justo, cuando tenía que ser, ya ni nos acordamos quien, dijo:

   ¿Y si hacemos una obra que hable del duelo?

   ¿Del duelo?

   ¿Por qué no?

De ésto, ya pasó unos meses. En el medio pasaron tantas cosas… Una amiga, directora y dramaturga, comenzó en los cafés de su Buenos Aires a escribir ideas sueltas, esas ideas se fueron transformando en un argumento, ese argumento dio lugar a los personajes. La obra fue tomando forma, se fue haciendo. ¿Se acuerdan de aquello de que a nosotros nos mueve hacer algo donde no lo hay? ¿Se acuerdan? Bueno, no importa, vayamos a comer, dijo el que siempre tiene hambre en nuestras reuniones, hay rico olor en la cocina.