Llegamos al domicilio de Román para la primera consulta luego de que hubiera estado internado en el sanatorio. Era un hombre joven; estaba sentado en el sillón del living acompañado por su esposa y una de sus hijas, con quienes vivÃa. Su rostro serio y su mirada caÃda expresaban gran preocupación. HacÃa algunas semanas se encontraba trabajando con sus compañeros. Era albañil, una ocupación dura, pesada, que requerÃa de gran fortaleza y vitalidad. Ahora, la situación habÃa cambiado. Sus piernas estaban temblorosas y sus rudas manos, débiles.
Nos describió sus sÃntomas para que lo ayudáramos a controlarlos, pero nos contó algo más… La casa donde él vivÃa no era de su propiedad. Alquilaba. Él estaba en plena construcción de su propia vivienda, a diez cuadras de ahÃ. Antes de la internación, habÃa levantado las paredes y colocado la planchada, pero le faltaban las puertas y ventanas para poder mudarse.Â
Pasaron los dÃas y los sÃntomas mejoraron, estaba recuperando la fuerza y su paso era más firme.
Un mes después, nos avisó que se habÃa mudado y nos dio la nueva dirección. Ahora sÃ, esa era su casa. Paredes sin revocar, detalles sin terminar, pero ya estaban viviendo ahà y eso lo motivaba.
En cada visita, veÃamos mejoras. La casa ahora tenÃa cerca, paredes revocadas y pintadas, piso de cerámica…
—¿Quién te está construyendo la casa? —le pregunté.Â
—Yo mismo, con mis propias manos.
Excepto los dÃas en que se realizaba la quimioterapia y los tres dÃas siguientes, que no tenÃa fuerza y dormÃa mucho, el resto los trabajaba todos. Cuatro horas a la mañana temprano y tres horas a la tardecita luego de una buena siesta.
Durante dos meses, ese fue el ritmo: constante, de gran esfuerzo y de sacrificio. Su familia querÃa que descansara más, le decÃa que ya estaba lista, que los detalles no eran importantes y que tenÃa que reposar. Pero él no paraba, nada lo detenÃa.
Un dÃa, comenzó con un dolor difÃcil de controlar. A pesar de que cada vez trabajaba menos horas y se tomaba más descansos, su casa seguÃa mejorando: cielorraso colocado, puertas y ventanas barnizadas, instalación eléctrica, aire acondicionado. HacÃa de todo. Ya no quedaba nada por mejorar.
Una tarde, llegó una noticia que el equipo no esperaba. Nos avisaron que él ya descansaba en paz. Y asà fue, en paz.
Dio lo mejor de sà a su familia, utilizó todos sus conocimientos y herramientas, aprovechó cada minuto y cuidó cada detalle. Era su forma de demostrarles cuánto los amaba. SabÃa que la vida continuarÃa. Por eso, preparó un lugar seguro, lindo y, sobre todo, hecho con amor y cariño para que sus seres queridos pudieran vivir allÃ.
Todas las personas somos distintas, y muchas no sabemos nada de albañilerÃa, pero seguro tenemos otros conocimientos y herramientas que podemos utilizar.
Como Román, seguramente, algo lindo podemos hacer por los demás.
           Relato incluido en el libro Un gusto conocerte, de Fredy Ojeda (Moa Demkroff, Montevideo, 2019).
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BIOÂ Fredy Ojeda
Desde niño, a Fredy le gustaba ayudar y acompañar a las personas que lo rodeaban. Creció con ese espÃritu y, por eso, estudió la Licenciatura en EnfermerÃa en la Universidad de la República Oriental del Uruguay. Cuando tenÃa veintiséis años, conoció los Cuidados Paliativos y quedó encantado con la atención integral de pacientes y sus familias por parte de un equipo interdisciplinario. Se especializó en Cuidados Paliativos en la Universidad de la República y puso en práctica su trabajo en la Unidad de Cuidados Paliativos de la Mutualista Universal. Su anhelo es difundir las vivencias y los cuidados que reciben pacientes y familias para que más profesionales conozcan la especialidad. Por eso, escribió el libro Un gusto conocerte y desarrolló las plataformas digitales de «Info Cuidados Paliativos Uruguay«. Ha encontrado su lugar y le gusta compartirlo.