—Me agarraste con las manos en la masa.

—¿Qué andás haciendo, De León?

—Unas milanesas de pescado que hace días tenía ganas, pero ya apagué el fuego.

—Pero ¿terminaste?

—No.

—Bueno, vamos para la cocina y charlamos allá.

Ahí estábamos, conversando mientras ella terminaba sus milanesas y me contaba:

—Ayer le pregunté a la psicóloga cuánto tiempo me queda de vida. Me dijo que eso no se sabe bien y que no me lo puede responder. Seguramente vos tampoco, así que como no se sabe cuánto me queda, decidí hacer las cosas que quiero.

Esas milanesas y el pedazo de sandía que tenía en la heladera eran sólo el comienzo. 

De León se estaba tratando con quimioterapia. Muchos días los pasaba dolorida, durmiendo y sin apetito. Pero su oncólogo, un mes y medio atrás, había marcado una pausa en el tratamiento y los síntomas habían mejorado.

Para las fiestas le había “pedido permiso” a la doctora de la Unidad de Paliativos para ir a Rivera, una ciudad del interior de Uruguay, fronteriza con Brasil, que queda a 500 kilómetros de Montevideo. Ahí vivían una de sus hijas y sus nietos más pequeños. Fue y pasó tan bien que quería volver.

—La doctora es buena y me deja. ¿Vos qué decís?

Estaba disfrutando conscientemente: cada elección y cada momento eran importantes y los estaba eligiendo. Esta paciente había pasado por todas las etapas del duelo. No había sido nada fácil, pero ahora salía de la depresión y ya estaba en la quinta fase: la aceptación. Muy pocas personas pueden pasar por todas las etapas y ella lo estaba logrando.

Terminó de cocinar, ordenó un poquito, me llevó hasta una mesita pequeña donde tenía muchas cosas y sacó una bolsita.

—¿Te conté que estoy haciendo manualidades?

—No, no me habías dicho.

—Mirá, estos son imanes para la heladera y estos, para que no se pierdan los alfileres. Elegite uno para vos y otro para tu esposa. Son para que me recuerden y no se olviden de mí.

No sólo había tenido la capacidad de vivir todas las etapas del duelo y pasar por momentos muy duros de su enfermedad, sino que ahora elegía conscientemente cómo vivir su vida y, además, compartía con sus afectos esas lecciones simbolizadas en un recuerdo.

Muchas veces, las personas dejan bienes materiales y dinero como herencia, pero ella dejaba sus enseñanzas de vida, sus fortalezas y gratos recuerdos.

¿Y nosotros? ¿Y nosotras?

¿Vivimos o sobrevivimos?

¿Qué “manualidad” estamos preparando para dejar?

                     Relato incluido en el libro Un gusto conocerte, de Fredy Ojeda (Moa Demkroff, Montevideo, 2019).

 

BIO  Fredy Ojeda

Desde niño, a Fredy le gustaba ayudar y acompañar a las personas que lo rodeaban. Creció con ese espíritu y, por eso, estudió la Licenciatura en Enfermería en la Universidad de la República Oriental del Uruguay. Cuando tenía veintiséis años, conoció los Cuidados Paliativos y quedó encantado con la atención integral de pacientes y sus familias por parte de un equipo interdisciplinario. Se especializó en Cuidados Paliativos en la Universidad de la República y puso en práctica su trabajo en la Unidad de Cuidados Paliativos de la Mutualista Universal. Su anhelo es difundir las vivencias y los cuidados que reciben pacientes y familias para que más profesionales conozcan la especialidad. Por eso, escribió el libro Un gusto conocerte y desarrolló las plataformas digitales de Info Cuidados Paliativos Uruguay“. Ha encontrado su lugar y le gusta compartirlo.